Pérdida de audición no Genética

Pérdida auditiva no-genética

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En alrededor de 25% de los casos de pérdida auditiva, se puede identificar una causa no-genética. La pérdida auditiva no-genética es más comúnmente causada por una enfermedad o un trauma antes del nacimiento o durante el parto. Los infantes mayores y niños pequeños también pueden desarrollar pérdida auditiva no-genética debido a una enfermedad o un trauma.

Algunas infecciones virales son asociadas con la pérdida auditiva. Estas infecciones llevan el mayor riesgo de causar una pérdida auditiva si la madre sufre la enfermedad durante el embarazo o transmite la infección a su bebé durante el parto. Las infecciones principales son Toxoplasmosis (enfermedad de rasguño de gato), Sífilis, Rubéola (sarampión alemán), Citomegalovirus (también conocido como CMV) y Herpes. La cantidad resultante de pérdida auditiva varía mucho y algunos bebés no tienen ninguna, aún si contraen algunas de estas infecciones. Estas infecciones también pueden afectar otros sistemas del cuerpo y los profesionales médicos necesitarán información completa del parto y resultados de las pruebas, para identificar estas infecciones como causa de la pérdida auditiva.

Un bajo peso al nacer también ha sido identificado como una causa de pérdida auditiva. Los especialistas en recién nacidos identifican 1500 gramos (aprox. 3.3 libras) como el punto crítico, con los bebés que pesan menos de 1500 gramos teniendo el mayor riesgo de una pérdida auditiva.

La Hiperbilirubinemia (ictericia) que sea lo suficientemente severa que requiera una transfusión sanguínea también puede causar pérdida auditiva. Esto está relacionado al daño potencial que los altos niveles de bilirubina pueden causar en los nervios auditivos.

A veces se le recetan a los bebés, medicamentos que pueden ser ototóxicos (dañinos al oído), generalmente para tratar infecciones severas o complicaciones del parto. Los médicamentos ototóxicos más comunmente usados incluyen la familia de antibióticos llamados aminoglicósidos con nombres como Gentamicina, Tobramicina, Kanamicina y Estreptomicina. La pérdida auditiva resultante del uso de estos antibióticos también puede tener un componente genético. Presentan más peligro a la audición cuando son usados veces múltiples o en combinación con otros médicamentos, tal como los diuréticos. A pesar de que es raro el cáncer en los infantes y niños pequeños, algunas drogas usadas en quimioterapia, también son ototóxicas especialmente cuando son usadas para tratar tumores en el cráneo.

Todos los bebés son evaluados al nacer con una escala de 10 puntos, llamada calificación APGAR, A por Actividad (estímulo muscular); P por Pulso; G por Gesto o mueca (Grimace) (refleja irritabilidad); A por Apariencia (color de la piel) y R por Respiración. Los recién nacidos son sometidos a APGAR al minuto y a los 5 minutos después de nacer. Mientras mayor los puntos, más saludable es el bebé. Cuando los bebés obtienen puntos de 0-4 al minuto y de 0-6 a los cinco minutos, es mayor su riesgo de tener una pérdida auditiva. También la ventilación mecánica prolongada por una duración de cinco días o más, debido a una hipertensión pulmonar persistente, aumenta el riesgo de pérdida auditiva. Estas condiciones de problemas respiratorios u otros peligros al nacer no significan que el bebé siempre tendrá pérdida auditiva, pero sí indican la necesidad de vigilar cuidadosamente la audición.

Una enfermedad que lleva un alto riesgo de causar pérdida auditiva y/o problemas de equilibrio, es la meningitis bacteriana o viral. A causa del mejoramiento en las vacunas, los casos de meningitis bacterianas han declinado mucho en años recientes, pero aún no hay vacunas disponibles para el tipo viral de esta infección. A causa de que la meningitis es una infección del revestimiento del cerebro y de la médula espinal, los órganos sensoriales de la audición y del equilibrio son especialmente sensibles a esta infección.

Está claro que la pérdida auditiva no-genética puede resultar de una amplia variedad de enfermedades y problemas al nacer. Los médicos profesionales dependen de una revisión cuidadosa de la información del parto para ayudarlos a identificar una pérdida auditiva no-genética.